Cosas de domingo, 15 de abril de 2012

El otro día estuve horas luchando a brazo partido. Descansaba un rato y volvía a enfrentarme a la bestia feroz.

¿Un vecino? ¿Un troll?

¡No! ¡Una funda de sofá! ¡Juas juas! Ahora me río, pero me dejó la espalda peor de lo que estaba y en un par de días no pude moverme de casa.

Al no tener ya a ningún bicho, compré una funda para el sofá, ya que me lo habían destrozado ese par de felinos.

Conseguí encontrar una de un color lo más parecido a la tapicería original, azul, pero el paquete venía sin instrucciones y claro, no es un simple trapo para echar encima, todo llena de gomas por aquí y por allá, ¡uf!

Vino mi vecina de enfrente a consultar algo y quiso ayudarme al verme hecha un cuadro.

Narices, no había manera. Dijo que cortara las gomas y listos. ¡Ayyyyyyyyyyyy! Que las gomas han de tener una utilidad por fuerza, mujer.

Se fue y más tarde volví al campo de batalla. Extendí la tela del revés sobre el respaldo de un par de sillas y estudié minuciosamente las costuras y su forma.

Por fin. Las tres gomas gordas van debajo de los cojines de asiento, así mantienen la tela tensada, entre estos y los brazos del sofá. La funda no se mueve en absoluto, es como si fuera la tapicería.

Problema resuelto. Ahora tengo otro, compré una funda igual, de una plaza, para la butaca, pero esta no tiene asiento que se levante, así que no me servirá. Espero que me devuelvan el dinero.

En IKEA he visto (por internet) una funda para esa butaca en concreto, así que a ver si JV me lleva y nos "colocamos" con las infusiones de Frutas del Bosque, de coco, de... Je je je...

Parece que mis problemas se van solucionando porque tenía el frigorífico escacharrado siendo nuevo, no enfríaba.

Vino el técnico, no encontró nada y me aconsejó que lo desconectara durante 24 horas. Mano de santo. Ya funciona perfectamente y lo más asombroso es que el técnico es una persona honrada y no me cobró ni el desplazamiento. ¡Un aplauso!

Releyendo las instrucciones del cacharro, no debe ponerse nada encima y yo tenía un par de cajas grandes, aprovechando que está en mi estudio, detrás de los cortinajes que cubren la biblioteca. Ainsss...

Tengo la semana próxima apretadita, el miércoles reunión extraordinaria de vecinos para lo del cableado de la escalera. Mi presupuesto es el mejor, por el precio y porque permiten pagarlo en cuatro plazos.
La 'pilingui' sigue debiendo, así que no podrá votar por el de su yerno que encima es el más caro. Podrá gritar todo lo que quiera, pero nada más, no tiene derecho a voto.
¡Uyssss!, será mejor que vaya yo con mucho cuidado con mi ropa tendida, que la tengo encima...

Dos visitas médicas, una de ellas muy importante. Y el viernes tengo cita para denunciar una estafa y mala praxis médica.
Pues sí, te vas a una clínica privada porque la Sanidad Pública es tercermundista, y te encuentras con estafadores. Ineptos a los que tienes que decir como hacer su trabajo.
Y no es broma, se trata de pasar de un médico al otro porque los cambian como se cambian cromos y claro, acostumbrada a como lo hacía el de siempre, te llega uno nuevo y ves que no, que así no se hace porque con el otro iba bien y este casi te mata.

Quisieron obligarme a firmar una autorización para hacer lo que ya habían hecho, al ver la carnicería y en dicho documento yo me hacía responsable de lo que pudiera pasar...
Me negué rotundamente. Al fracasar la enfermera vino una doctora que me recuerda a la bruja de El Mago de Oz, ¡es igualita!
Tampoco consiguió que firmase. Me levanté y salí a recepción para pedir cita para el siguiente paso del tratamiento, pero el inútil matasanos le dijo a la recepcionista que no, que mientras no firmase la autorización no me atenderían más.

¿Dónde está la estafa? En que pagué el tratamiento completo hace un año largo, antes de empezar, 10.000 euros.
Diez mil euros que se embolsaron sin hacer prácticamente nada durante todo este año, ya que a menudo cancelaban las citas y mi agonía se ha ido arrastrando, con fuertes dolores, fiebres que me tienen postrada en cama y los consiguientes problemas derivados de todo ello.

La sanidad pública es tercermundista, pero a su vera han aparecido clínicas privadas que no tienen nada que envidiarle. ¡Cuidado!