jueves, 25 de diciembre de 2014

¡Me siento feliz!

Hace apenas una semana, dije que este año no iba a adornar mi casa con motivos navideños como siempre.
Andaba muy decaída y desilusionada, con lo que me sumergí en la lectura como es habitual y en tragarme pelis subtituladas a puñados.
Ah, las pelis subtituladas... Todas no lo están, conque venga buscar las que me gustan y ni flores, apenas unas cuantas y gracias.
Después de tragarme montones de bobadas yankis, del tipo "destrozalotodo y sangre, muuucha sangre" (las francesas e italianas las omito porque suelen ser comédia o drama inaguantables. Y sobretodo, las japonesas de terror, que esa gente va siempre tirada por el suelo, arrastrándose como gusanos y dan más pena que miedo) Pues bueno, algunas potables sí que encuentro y me di de manos a boca con la saga de Harry Potter, la cual ya había visto tropecientas veces porque mi hija la tiene comprada, pero en fin, la nostalgía de la Navidad me hizo volver porque en Hogwarts cada curso es Navidad como está mandado.
Y claaarooo... tanto abeto navideño flotando en las grandes salas y pasillos, tanta magia hasta para enviar un mensaje, que necesitan lechuzas (esos magos no saben lo que es un ordenador ni un móvil y escriben con tinta y plumas de ganso, ainsss...) Pues que se me ocurrió "encantar" a mi abeto artificial y dejarlo flotando sobre el sofá.
Así de paso, me libraba de que cada visitante arrastrara unas cuantas bolas y estrellas al pasar por delante. Al abeto no podían tirarlo porque lo mantenía atado con un hechizo, pero a los adornos no llegué a encantarlos, que uno por uno y con la cantidad que son... ¡uf!

Pues nada, pasé una tarde muy divertida haciendo pases con la varita y lanzando hechizos. Y usé la foto para felicitar las fiestas a mis amigos.


También adorné el recibidor, aunque ahí no usé magia porque ciertos elementos ya la llevan incorporada.


¡El 'Tió' es magico! ¿Que no? Os voy a contar la historia y no es inventada.
Dice la leyenda que allá por los tiempos de Mari Castaña, un viajero llegó a una masía de las montañas del Canigó la noche del 24 de diciembre. Pedía un trozo de pan y lumbre para calentarse. Los moradores eran pobres, pero le recibieron con los brazos abiertos y compartieron con él lo que tenían.
Antes de partir, les dejó un tronco, recomendándoles que lo golpeasen suavemente con una vara de avellano. Lo hicieron, más que nada, para contentarlo y no parecer groseros.
¡Oh! el tronco se abrió y dejó ir viandas de todo tipo y dulces. Al girarse, el viajero ya no estaba.

El cuento es una moraleja sobre la bondad y el compartir lo que se tiene.
Pues bien, la tarde de Nochebuena, o sea, el 24 de diciembre, el 'Tió' se abrió para mí. 
Esa tarde tuve que salir por unos encargos de mi hija y al volver tenía una nota pegada a mi puerta. Era de unas vecinas que siempre se preocupan por mí y me ayudan en lo que pueden que, como todos, no están muy boyantes precisamente.
Pensé que sólo querían darme las gracias por la tarjeta navideña que la noche antes pinté para ellas en sincero agradecimiento y no teniendo otra manera de mostrárselo más que haciendo un dibujo como una niña y expresarles mi cariño.
La nota me deseaba feliz Navidad y al mismo tiempo me pedía que fuera a su casa. Bajé y fui recibida con un abrazo y besos llenos de cariño. Lo que no esperaba es que me pusieran en las manos una bolsa llena de viandas. Ahí es nada, aceite, cava, jamón ibérico, queso de bola, una caja de polvorones, otra de barquillos de chocolate, y un paquete de galets, más caldo para hacerlos, recién hecho, calentito todavía. Aluciné, de verdad, y no sé cómo conseguí volver a subir las escaleras. Bendita gente de buena voluntad.



Esta noche estoy sola porque mis hijos la pasan con su padre, pero no, la soledad es sólo física porque mi alma y espíritu están bien acompañados y esto no tiene precio. Todo el oro del mundo no puede suplir la bondad y el cariño desinteresados.

Mis mejores deseos para esta familia. Sobretodo en algo que ellos y yo sabemos.
Que la Luz guíe a todos, creyentes o no. Yo no creo en la Iglesia, pero sí en el amor y la bondad y esto no tiene etiqueta.

¡Feliz Navidad!