En Barcelona estamos en remojo desde ayer. Intenté salir un rato, que la lluvia me encanta cuando sólo se trata de pasear, sin un destino fijo, por el gusto de mojarse y encontrar las calles casi vacías, ¡todo un lujo! Pero mi hijo me anunció su llegada y me quedé a esperarlo, lo cual no estaba nada mal, ya que nos lo pasamos muy bien charlando de mil cosas. Además, me está ayudando en un proyecto para la festividad de Reyes con ideas que llevaré a cabo. En realidad son ideas mías, pero él pone su granito de arena y no es nada desdeñable. Ha salido a su madre, je je je...
Sigo haciendo limpieza en casa. Ya me atrevo a subir por la escalera de mano, hasta lo más alto de la biblioteca, tocando el techo. ¡Uf!, empecé con miedo, pero ya vuelvo a trepar como un marino en el barco.
Primero vacié el estante superior de chorradas inútiles. Ni sabía lo que había allí arriba porque los pintores me cambiaron todo de sitio, ainsss... Recoloqué en otro sitio más accesible lo que me sirve, precisamente ahora que me he decidido: material de trabajo, vulgo manualidades. En su momento mostraré las fotos, cuando haya terminado lo que pretendo hacer.
Entonces me emocioné al ver aquel gran espacio vacío, ¡anda, que no cabe nada, oye! (Cada estante tiene una profundidad para tres hileras de libros) Miré un estante inferior, lleno de cintas de vídeo. Un rollo, ya que el aparato reproductor no está conectado. Primero las subi pacientemente allá arriba, pensando que tal vez ya las vería... Pero una vez colocadas recordé que, total, las cintas se estropean si no se usan habitualmente y esas llevan años criando polvo, así que las bajé de nuevo, harta de guardar trastos inútiles. Las meti en un saco y al levantarlo... ¡horror, pesaba un huevo! Imposible bajar ese burro muerto por las escaleras, ni mucho menos llevarlo hasta los contenedores.
Tuve una idea retorcida, je je je... Arrastré el saco hasta la puerta del piso y lo dejé allí fuera, abierto. Incluso estuve tentada de poner un folio en la pared: SELF-SERVICE, pero no me atrevi a tanto, que el anciano de abajo suele subir lentamente para hacer un poco de ejercicio, conectado al tubo de respiración, y aunque en realidad no es militar, lo parece y cuando algo no le gusta, parece que su bigotazo se va a caer al suelo, tal como dice su hija, je je je... Pensé que si algún vecino se llevaba unas cuantas cintas, favor que me haría y que le haría yo.
Pero... ya preveí la reacción de mi hijo.. En cuanto llegó, abrió la puerta y desde allí machacó el interruptor de la luz del recibidor. ¡Coño!, le tengo dicho que así se puede cargar las bombillas, que si un día lo hace para avisarme de que hay fuego en casa, no le voy a hacer ningún caso, acostumbrada a sus excesos. Como no le puedo oír si grita, usa los interruptores como señal de emergencia nuclear y no aprende, oiga.
Naturalmente, quería saber qué hacía el saco allí. No le costaba nada entrar y pregúntarmelo, pero él es así de catastrófico. Una vez, de niño, provocó un incendio en la cocina por esa manía suya de usar cosas para llamarme la atención. Estaba yo con el sofrito para los macarrones, cuando me entra en la cocina una pelota de tenis rebotando hasta el techo. La atrapé justo, antes de que aterrizara sobre la cazuela y salí la mar de enojada. Repantingado en el sofá, me señaló el estudio diciendo tan tranquilo "Te ha sonado el móvil...". Dudé un momento, entre atender el mensaje, o perder el tiempo explícandole lo que podía haber hecho su pelotita si no la cojo a tiempo. Opté por lo primero para calmarme, no fuera a escapárseme la mano sin querer...
Total, que al atender la llamada estando al mismo tiempo furiosa, me olvidé del sofrito. Entonces sí que vino en persona, sí. Con cara de susto me dijo "Mamá, corre, ve a la cocina". La cocina estaba en llamas, concretamente la cazuela y la campana extractora, una cortina de fuego de abajo arriba, en todo su cuadrado que ni las pelis de catástrofes.
Cogi un paño de cocina y lo tiré sobre la cazuela, por eso de ahogar las llamas. ¡Ja!, el paño empezó a arder también, ¡había echado más combustible! Lo saqué, tirándolo al fregadero y quemándome la mano, pero bueno, eso no era nada si no lo atajaba enseguida. Apagar el fogón no sirvió de nada porque el aire de la campana mantenía las llamas vivas. Nunca había pensado tan deprisa como entonces, excepto una noche en que mi madre me despertó en el chalet porque mi padre se desangraba y tuve que hacerle un torniquete, ¡uf!
Corri primero a cerrar la llave de paso del gas para evitar males mayores y luego aporreé la campana extractora para cerrarla e impedir que el aire siguiera circulando. Me costó mucho, no cedía, pero a puñetazos consegui cerrarla y el fuego se apagó con ayuda de unos cuantos papirotazos con el paño de cocina mojado.
La casa estaba llena de humo, irrespirable. Afortunadamente las habitaciones tenían las puertas cerradas. Cogi a la gata, la meti en la mía y agarrando el bolso y a mi hijo, salimos y bajamos a la calle.
Ese día comió en el bar de la esquina; cuando lo dejé en el colegio subi a casa y me dispuse a limpiar el tremendo estropicio. La gata estaba bien, afortunadamente. Sólo había mierda por todas partes.
Pues lo dicho, que el chaval no aprende y sigue usando sus métodos. Por mucho que se asustara aquel día, mami lo arregló en un pis pas y esto es lo que recuerda el joío...
Volviendo al sábado, entró el saco en casa y me dijo algo que no sabía, que su padre tiene un aparato para pasar las cintas a CD. Ya podía haberlo dicho antes y hubiéramos acabado la historia de trastos hace años.
En fin, quedamos en que haré una selección de películas porque muchas ya las tengo compradas -regaladas por mi hija- en CD y otras no valen la pena, la verdad.
Luego vino su amiga Desi y charlé con ella sobre un amigo mío que le da clases de kárate. El lugarteniente de la Mujer del Teclado (ver los rollos relatores de la Comunidad de El Periódico de El Prat, ahí, en el lateral del blog) es actualmente policía local, pero está haciendo oposiciones para Mosso d'Esquadra y claro, ahí saltó mi niño poniéndole verde, je je je... Lo conoce desde hace años y siempre le ha tenido tirria. ¿Será porque quien me llamó al móvil el día del incendio era él? Qué fácil es colgar las culpas propias a otro para librarse de responsabilidades, ¡uf!
Le recordé a mi niño a Carles, Francesc y Jaume, del club deportivo de la urbanización, con los que creci, Mossos d'Esquadra. "Sí, con su cara de tontos...". "¿Y el amigo de tu hermana?", insistí yo. "Bien que eras amigo suyo cuando venía a casa".
Nada, Desi y yo lo dejamos por imposible. En realidad, yo di pie a ello al asegurarle a Desi con mucha guasa que Nando no pasaría las oposiciones porque no sabe catalán, ¡juas juas! En principio, ella intentó rebatírmelo, pero enseguida le abri los ojos, por algo nos conocemos desde que mi hijo era niño y no creo que mi amigo haya puesto el turbo al conocimiento del idioma. Mucho tendría que haber cambiado para ello y si en su juventud pasó de ello, ahora debe ser una verdadera lumbrera si lo pasa, je je je...
Esta mañana sí que he salido a dar un paseo por Barcelona. Ya estaba harta de estar confinada en casa, cual prisionera. Mi barrio es la mar de aburrido por tenerlo archiconocido, así que he tomado el metro y me he plantado en Sants. En realidad, búscaba algo, algo que no voy a decir porque no le interesa a nadie. Tal como pensaba, no lo he encontrado, pero no importa, el paseo bajo la lluvia ha sido muy agradable con poca gente en las calles. La lluvia es estupenda para librarte de incordios, je je je... En Sants tengo familiares, pero no me he acercado a su casa, no era esa mi intención, sólo quería pasear por una zona en la que crecí de niña y que me depara muy buenos recuerdos, esos que te ayudan a seguir viva. ¿No resulta algo tremendamente fácil?