lunes, 5 de noviembre de 2007

LA SIGUIENTE...

Mi madrina ha fallecido ésta mañana. Habiendo terminado mi trabajo, le he pedido al jefe salir antes del horario para ir al hospital, pues anoche me comunicaron que ya estaba sedada y no despertaría nunca más. De camino al Metro, apresurada, he mirado el móvil, tenía un sms a las once menos cuarto. Me habían comunicado su fallecimiento hacía unas pocas horas. Mi madrina sólo tenía 17 años más que yo. Siempre llena de vida, gozándola de manera sana, salía a bailar con mi tío. Nunca perdía ocasión y cada año, por Carnaval, venía a mi casa cargada con telas para que le confeccionase un disfraz. El día de la fiesta era yo quien iba a la suya para vestirle, maquillarle y peinarle. Ganaba el primer premio año tras año. Mi primera infancia la pasé entre la farmácia de mi padre y el piso de mis abuelos que estaban frente por frente en el barrio de Sants. A menudo me quedaba a dormir allí y entonces se revolucionaban las costumbres, pues no había otro dormitorio para mí, además de que era muy pequeña para dormir sola. En el lecho matrimonial descansábamos las tres mujeres de la casa, mi tía, mi... bueno... he dicho "mis abuelos" por acortar, pero no es así, mi abuelo sí era el padre de mi madre, pero mi abuela materna falleció siendo niña mi progenitora. La tieta Sisa, ella hizo de abuela para mí y era adorable. A mí me encantaba quedarme a dormir allí porque mi madrina me contaba un cuento cada noche. Las tres en el lecho, a oscuras, mi tieta Llui iba desgranando lo que le pasaba por la cabeza.
Siempre eran cuentos donde aparecía una casita en el bosque y entre muchas flores había un pozo de agua; luego, cada vez, narraba algo distinto de una niña que vivía allí. Yo me dormía embobada, soñando con muchas flores y el pozo de agua fresca que no faltaba nunca. Me enseñó a bordar a máquina cuando no tenía ni seis años y acabé siendo profesora. Cuando perdí la facultad de oír a causa de una meningítis, mis padres se movilizaron removiendo cielo y tierra para buscar una solución. Les ofrecieron un sonotone. Para mí fue una tortura. Mi problema es que me falta una conexión en la cadena de huesecillos que llevan los sonidos hasta el cerebro, así que por mucho volumén que le pusiesen a la cosa, sólo se conseguía marearme, producirme dolor de cabeza y perdida del equilibrio, pero mis padres no lo sabían. El lumbreras que les vendió el aparatito se explayó con las instrucciones: yo tenía que acostumbrarme a volver a oír, tal cual como si hubiese nacido de nuevo -hay que ser tarado para pensar que es tan fácil...- Así que ya tenemos a mi madrina viniendo a casa cada tarde para encerrarse conmigo en mi habitación y repetirme con paciencia infinita un repertorio harto limitado de palabras solas. Por supuesto que acabé recibiéndolas en mi cerebro... pero sólo porque eran siempre las mismas y acabé distinguiendo los dolorosos golpes que las identificaban. Nada más. No servia para nada. Pero mi madrina estaba siempre conmigo. Escuchaba mis confidencias, cosas que por nada del mundo se me ocurriría contar a mi madre porque ya sabía como se pondría... Buffffff... En cambio mi tía me escuchaba con la sonrisa en los labios y luego sí, me daba su opinión, me aconsejaba y orientaba. Me trataba como a una persona, no como a un muñeco. Su repentina enfermedad y más rápida muerte no hace sino confirmar algo que tengo claro hace mucho tiempo. Mi tía llevaba los últimos años dando el coñazo a mi tío que está delicado de salud, "No fumes. No bebas. Te voy a poner el régimen que ha mandado el Dr., verduritas... sin sal..." Y añadía siempre "No quiero que tengas una embólia. ¿Te crees que me gustará cuidar de un inválido en la vejez?" Ante éstas palabras, puede que más de uno piense que mi tío era un bala perdida o algo así, nada más lejos de la realidad. Es un tipo normal, solo que con los achaques propios de la edad. ¿De qué sirve obsesionarse de ésta manera con la salud? La muerte llega cuando tiene que llegar. Intentar burlarla es perder el tiempo y sobretodo, amargarse el tiempo adjudicado. El sábado mi madrina reposará en tierra, en una hermosa colina. Y sobre ella plantaremos un árbol. Irá al bello jardín que siempre me narraba.

4 comentarios:

  1. De nuevo te tenemos que dar el pesame por este fallecimiento de esta persona tan vitalista y tan importante para ti.

    Jesus

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  2. Gracias, Jesús.
    Lo de mi madre fue doloroso, aunque era previsible dada su enfermedad y no me pilló de sorpresa, pero lo de mi tía ha sido un mazazo muy fuerte.

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  3. Acabo de leerlo, lo siento Teresa. Seguro que tu madrina está ahora en es jardín que dices.
    Un abrazo

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  4. Gracias, Enero, sí, es un jardín, no hay un sólo nicho. La urna con las cenizas se entierra en el suelo y encima se planta un árbol, arbusto, rosal...

    Un abrazo.

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