Concurso de relatos apocalípticos

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Esta es mi aportación al Concurso UHF. El plazo termina el 22 de abril.




El Mundo. Año 2013

Kar apartó con los pies calzados con fuertes botas la manta con la que alguien la había arropado. No había tenido intención de dormir, sólo descansar un poco, pero los tres días con sus noches en vela habían acabado por imponerse..
Tuvo conciencia de Luis, herido, y se acercó a comprobar su estado. Dos ojos azules la contemplaron desde el vacío al débil resplandor de un cabo de vela. Los cerró con un suspiro y cubrió el rostro sereno con la manta.
¿Cuantos ojos había cerrado ya? No lo sabía. Había perdido la cuenta de los compañeros que iban quedando por el camino.

Tuvo un pensamiento para sus hijos. Doloroso. Cruelmente insoportable. ¿Vivirian? ¿Qué habría sido de ellos? Quisieron llevársela cuando todo empezó pero se negó. Estaban en bandos opuestos y por mucho amor que les tuviese, no permanecería con ellos. Sus hijos habían elegido su camino y Kar lo supo mucho antes de la guerra. Lo supo a medida que iban dejando de ser niños. Supo que no conseguiría salvarlos.

Dos hombres se acercaban por el pasillo del fondo de la gruta. La miraron en muda pregunta.
- Luis se ha ido, padre Samuel. Puede ocuparse de él.
El sacerdote se arrodilló junto al cadáver y después de santiguarse empezó a orar.

- ¿Cómo estás, Kar? ¿Has descansado?

- Sí, Javier, ya sabes que me bastan dos o tres horas -y añadió:- ¿Alguna novedad?

- Es pronto para saber si Raúl y los chicos han tenido éxito en su misión...

- Claro... Me refería a si nos han localizado...

- No lo creo, si así fuese ya los tendríamos encima.

- Estamos en las entrañas de una montaña sagrada, Javier, sólo pueden localizarnos por delación.

Javier la miró a los ojos.

- Y tú temes la delación.

- Sí -afirmó rotunda- Conozco la condición humana; la codicia y la cobardía pueden aparecer en cualquier momento.

El padre Samuel se incorporó y Kar pidió a Javier que ordenase a un par de hombres que trasladasen el cuerpo de Luis a la cripta.

Mientras caminaban por el vasto laberinto de pasadizos y corredores subterráneos, acompañando al difunto a su última morada, Javier pensó que Kar era extremadamente dura. En teoría era él quien estaba al mando, pero se hacía lo que ella dispusiese. Su firmeza había salvado muchas vidas; era capaz de preveer cosas que a los hombres se les pasaban por alto.

Recordó cuando la encontró -hacía un año ya-, única superviviente de su grupo. Todos habían caído por no haberle hecho caso. Recordó lo furiosa que estaba, despotricando de la imbecilidad humana. Ira para ahogar el dolor.

Javier admitió que tenía razón, el alzamiento había sido un completo error de apreciación. Mucha estrategia paramilitar pero no se habían dado cuenta de dónde residía el peligro realmente.

Se alzaron Alemania, Gran Bretaña... sucesivamente, todas las naciones europeas. El objetivo era acabar con la invasión islámica en Europa, sin darse cuenta de que todos los gobernantes mundiales apoyaban a los musulmanes. Todos. ¡Incluso el Vaticano!

Fue la excusa perfecta. Se había instalado el Nuevo Orden Mundial.

El Estado de Israel, el único que se negó a someterse, agonizaba, incapaz de hacer frente a los espantosos ataques. En todo el mundo, grupos de resistentes luchaban y morían sin remedio.

Kar también pensaba en esto. Recordaba cuando le había enseñado a su hijo imágenes de mandatarios mundiales haciendo el saludo satánico -Papa incluído-. El chico se había reído.

- ¡Esto es por un surfista al que le faltan los dedos anular y corazón!

Kar sintió que una lágrima le resbalaba por la mejilla y entró en la cripta.


 


 








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