domingo, 10 de julio de 2011

Reflexiones de domingo



Soy experta en olvidar y/o perder contraseñas.
Normalmente las olvido por falta de uso, de sitios que no visito durante mucho tiempo. Claro que las tengo apuntadas, pero, ¿donde? 
Mi estudio es una leonera, con ingentes cantidades de documentos de todo tipo, blocs y libretas por todas partes, incluso trozos de papeles con datos importantes garrapateados a toda prisa y de cualquier manera.

Esta semana me ha pasado con tres contraseñas, las necesitaba y no las recordaba. Buscando entre el papelamén he encontrado otra que ya di por perdida hacía un tiempo, je je je... Las otras he acabado recordándolas. Sólo hay que detenerse a pensar un poco porque al fin y al cabo, si una contraseña la has elegido tú, es evidente que pensaste en un motivo determinado, algo o alguien, y suele dar resultado.

Lo que nunca hago es guardarlas en el programa, prefiero perderlas a que me las roben si entran en mi equipo.
He perdido por ello un álbum de Picasa con muchas fotos, pero es que no fui yo quien lo abrió, no elegí las claves y tampoco las anoté al confiar en que la persona que lo hizo las tendría o recordaría.
Muchas las tengo en mi cámara, en la tarjeta de memória, pues se hicieron con ella, pero muchas más no, al ser hechas con la cámara de dicha persona. Ya se lo comenté hace poco, pero... anda siempre tan ocupado...

Qué más da. La vida es como el abrazo de un desconocido, sorprendente y al mismo tiempo inquietante. 
Me ha pasado, mucha gente me conoce, pero yo a ellos no. 
Primero era Teresita, la niña sorda, luego la majorette de Barcelona, después la capitana y directora de las de Puigmontmany. Luego la presidenta de... Y la de...  Y... A patadas, para acabar siendo Leona Catalana, seguida internacionalmente según señala el Feedjit de mi blog.

Estoy acostumbrada a dar la cara desde siempre y esto me reporta tanto satisfacciones como disgustos, pero aseguro que las primeras son más importantes. ¿Y saben por qué? Porque yo sigo año tras año y los ratas se quedan en el camino, tirados en la cuneta. Otros ocupan su puesto, pero siempre son simples anónimos, mientras que yo soy la misma y no me detengo nunca.

Ayer descubrí a un nuevo rata. Ya llevaba tiempo sospechando de él -en realidad, desde el principio-, pero me ha llegado la confirmación palpable. No diré quien es, por respeto a su jefe y amigo, aunque a este sí le he informado en privado, con pruebas.
Resulta extremadamente inquietante la cantidad de personas que gozan de la absoluta confianza de alguien y que se dedican a traicionarla, incumpliendo incluso las órdenes recibidas.

Todo esto indica que no dejo indiferente a nadie, unos me aprecian y otros me odian, pero es evidente que no me ignoran.
¿Esto es bueno o malo? Pienso que lo primero. Que hablen mal de ti es inevitable, significa que lo estás haciendo bien ;D

Los ratas seguirán pasando sin pena ni gloria, conocidos sólo en su casa a la hora de comer, y yo seguiré como siempre, año tras año, imperturbable.

2 comentarios:

  1. Si, no cabe duda de que eres una bloguera vehemente. Es tu estilo. Lo malo es que te provoque disgustos. A veces es mejor tomarse las cosas con más filosofía.

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  2. Tienes razón, Bucan, pero ya he mantenido una agradable charla con nuestro amigo JV y me voy a pasar por el rebozado de los calamares a la purria.

    No serán ratas inmundas quienes acaben conmigo, te lo aseguro.

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